domingo, 29 de julio de 2007

Gato ajeno


Recibo mi propia sangre en el templo de la ciudad de la justicia.

Una y otra vez, desde la codicia hasta la hipocresía, sentir que esta vida no es mía. Lograr lo banal, gafas de espejo de falso reflejo, viejos libros indescifrables que quiero, un panal, de sintético néctar que habré de donar. Sirena de barco a lo lejos y en la oscuridad, llama a lo antiguo, pseudociclópeo, imposible realidad. Reír o llorar, pero sentir sin parar, doblando la esquina que aun han de inventar. Sin miedo, paso firme y con autoridad, difícil meta. La verdad.

Gato ajeno mira por la rendija de la luz, agazapado, impaciente. Se yergue de repente y abre la boca, saca la lengua, huele algo nuevo y siente el anhelo de sus genes por actuar. Nada nuevo, en el piso yermo bajo el sol. Gato ajeno desconoce el método cabalístico de la apertura de puertas, mueve la cola y ya está abierta.

Gato ajeno recibe mi propia sangre, en la ciudad de la justicia, en el templo.

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