sábado, 2 de diciembre de 2006

Eustaquio del espacio


La nave avanzaba a través del universo, concretamente abajo a la izquierda. Dentro de ella Eustaquio Espumadera conversaba con Diri Versión Uno:

- Los Humanos somos inútiles para la galaxia. – dijo Eustaquio.

- Pero tú al menos sirves para algo. – contesto Diri condescendiente.

- Gracias por el cumplido, pero solo sirvo para rellenar pantallas de memorización.

- Eso está bien. La galaxia de este modo estará informada.

Eustaquio suspiró y dijo:

- Contéstame a esto ¿Quién, en toda la galaxia, quiere saber de los humanos?

- Pues… - después de titubear, Diri chascó los dedos y dijo

– Pues los documentales del mediodía y el programa “ Riámonos de los bípedos”

La nave avanzó hacia arriba, luego hacía abajo y luego, de nuevo hacía arriba obedeciendo los firmes designios del Arroghno borracho. Los Arroghno son los mejores pilotos del universo y se afirma que cuando beben alcohol ellos controlan, mejor dicho, ellos son los únicos que lo afirman, aunque nadie se ha atrevido a contradecirles. El Arroghno bebió de nuevo y buscó un lugar en el suelo vacío de botellas, pero al no encontrarlo gritó con todas sus fuerzas:

- ¡Hey!

El Arroghno pudo oír a lo lejos, en los confines de la sala de control, un hilillo de voz que le contestaba:

- Dime…

- ¿Hay algún sitio vacío por ahí para dejar la botella?

- No, lánzala por la ventanilla.

En dos segundos y medio la nave explotó y fue recogida por los barrenderos municipales galácticos.

Eustaquio por primera vez en su vida se alegró de haber limpiado algo. Hace dos meses decidió dormir en la cápsula-lanzadera de emergencia entre cajas de pizza y latas de refresco puesto que ya estaba harto de dormir en la sala de control rodeado de botellas vacías. Además en la cápsula-lanzadera tenía cierta intimidad para poder disfrutar del gusano del placer, una de las pocas cosas que le hacía olvidar el añorado planeta Tierra. Mientras limpiaba la baba del gusano del placer que había manchado hasta el techo vio una botella de los Arrogho por la ventana de la cápsula-lanzadera y acto seguido escuchó como explotaba algo de la nave. Con rapidez apretó el botón rojo el cual advertía en letras doradas: “No se sienta culpable por sus compañeros, ellos hubieran hecho lo mismo”. De repente su cuerpo se aplastó contra la pared y en él se aplastó la cama, el armario ropero, la pantalla narcotizante de colores, el torito mecánico de adorno, el patito de goma y el gusano del placer, no hace falta decir que esto ultimo es lo único que no le hizo daño, al contrario.

La cápsula-lanzadera volaba a la deriva enviando señales de socorro pero de momento solo habían sido recogidas por un dragón espacial hambriento de cosas inofensivas. Eustaquio ordenó como pudo la única habitación de la que estaba compuesta la cápsula-lanzadera y decidió afeitarse. Cuando vio que la espuma flotaba en el aire también decidió apretar el botón antigravitatorio. Su cara ya no era la de un chaval joven dispuesto a vivir la vida a cien, sino la de un hombre de veinticinco dispuesto a afeitarse, después de hacerlo, se peinó el mostacho y se acicaló la boina, último recuerdo de su padre y orgullo nacional en todo el espacio. Ahora solo le cabía esperar a que alguna señal de socorro llegara a algún ser inteligente y solidario o a morir de inanición en mitad del olvido.

- Hola. – dijo el gusano del amor

- ¿Cómo es que hablas? Que vergüenza.

- Que va tontín, no debes tener vergüenza de nuestras noches de pasión.

- Nadie me advirtió de que los gusanos del placer pudieran hablar.

- Debes leerte la letra pequeña siempre que compres algo.

Eustaquio se sentó en la cama y miró al gusano. Este era del color de los chistes que cuentan las viejas y permanecía en la mesita de dormir con una amplia sonrisa.

- ¿Que miras? – preguntó el gusano.

- El pedo que te tiras.

- ¿Qué? No entiendo.

- Es que es una broma terrícola.

- Me la puedes explicar, es que no la entiendo.

- Eh…- Eustaquio se rascó por encima de la boina.

- Bueno cambiando de tema: Yo me llamo Rudol. – dijo el gusano mientras sacaba de sus pliegues de carne un fino bracito.

- Yo Eustaquio. – contestó – No sabía que tuvieras brazos Rudol.

- Los gusanos de placer debemos ocultar ciertas cosas hasta que llegue el mejor momento, sino nos volvemos monótonos. Por cierto y ¿ese nombre tan raro?

- Decía mi padre que viene del griego y que quiere decir “cargado de espigas”.

- No entiendo, no te veo espigas por ningún lado y si el “griego” es lo que me explicabas aquella noche, con perdón, tu padre era un guarro. (continuara...)

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