sábado, 2 de diciembre de 2006

Tren


No pude despedirme de él. Con rapidez me encaramé a la pared de ladrillos y le vi justo cuando subía al tren. Por supuesto que corrí para intentar tan siquiera alzarle la mano a modo de despedida pero la maquinaria chirrió y se perdió en sus volutas de humo. Ahora en mi habitación paso hojas de una revista caducada, viéndola sin verla. Miro al techo pero este sigue del mismo color gris. Gris como el cielo y gris como el calor que se te pega sin dejar resquicio libre. Me parece perfecto el símil del nudo en la garganta cuando algo te aflige y no puedes remediarlo, sabes que un grito mermaría esa sensación durante un tiempo, pero el grito precede al silencio y el silencio al pensamiento. Cuando un gran amigo se va, aunque sea para mejorar en la vida, los recuerdos buenos se tiñen en color sepia y se tornan nostalgia en estado puro. Se que su tren volverá algún día pero mi estación ya no será de fin de destino si no una de paso y de prefecto de estación senil.






Nota especial para el/la aludido/a Que te vaya bien...

1 comentario:

Marta Doka dijo...

Qué angustia...